El creador de las teorías X e Y es uno de los personajes más influyentes de todos los tiempos en gestión de recursos humanos. Como dijo Warren Bennis, todos debemos algo a McGregor, tengamos o no conciencia de ello...
Por Gustavo Aquino
Nacido en 1906 en Detroit, Douglas McGregor vivió sus primeros años en una ciudad industrial que emergía como la capital automotriz de los Estados Unidos.
En su juventud, trabajó como peón de playa en una estación de servicio de Buffalo, llegando a supervisor del distrito de Detroit.
En su faceta académica, McGregor se graduó en Psicología en la universidad de Wayne y posteriormente se doctoró en Psicología Experimental en Harvard.
A lo largo de su carrera profesional, se desempeñó como director de recursos humanos de la compañía química Dewey & Almy y como consultor de empresas y sindicatos en negociaciones colectivas, mediación de conflictos gremiales, programas de capacitación y gestión de compensaciones.
Corría abril de 1957 y en Boston se celebraba el quinto aniversario de la Escuela de Administración Alfred P. Sloan del MIT.
Entre los actos oficiales, el profesor titular de Psicología, Douglas McGregor, ofrecía una conferencia titulada "El lado humano de la empresa". Allí, presentó su fundante concepto de la Teoría X y la Teoría Y.
Esta conferencia fue profética en el doble sentido del término: tanto como anunciación del futuro como de denuncia.
Las teorías X e Y como anunciación del futuro
La ciencia, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Así, el enunciado de ambas teorías se extiende mucho más allá de aquella primavera boreal de 1957.
Treinta años después, Warren Bennis dijo: "De la misma forma que cualquier economista, a sabiendas o no, le paga tributo a Keynes, todos nosotros somos, de una u otra forma, discípulos de McGregor".
Este reconocimiento tan categóricamente afirmado en los líquidos años '90 no es resultado de un pacto con el diablo ni elogio ligero.
En X e Y se resumen la teoría esperable de un correcto académico y la práctica del gerente y consultor. De allí, su trascendencia.
Sin embargo, ni X ni Y son creaciones de McGregor. En realidad, son dos escuelas de pensamiento, dos tradiciones tan viejas como la Biblia y el Evangelio.
La originalidad de McGregor consiste en plantear que la gente no es X ni Y, sino que hay gente X y gente Y.
Las tradiciones que la teoría disocia para el académico son integradas por la experiencia que articulan el gerente y el consultor (¡no se olviden del peón de playa en la estación de servicio de Buffalo!), y esta articulación no se basa en la cómoda solución de la teoría intermedia, sino al afirmar la coexistencia de ambas posiciones teóricas en la realidad.
Esta rara mixtura de teoría y experiencia, de las aulas del MIT con las plantas de Dewey & Almy, de las conversaciones con otros docentes y alumnos, alternadas con negociaciones entre gerentes y representantes gremiales, da a McGregor la posibilidad de trascender proféticamente su tiempo y llegar con voz cascada y potente desde mediados de un siglo hasta el siguiente.
La subordinación de la teoría bien aprendida a la realidad bien observada es lo que hace de un científico un profeta que trasciende su tiempo.
Las teorías X e Y como denuncia
Profecía también es denuncia, modalidad que cultivaron Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel y Daniel.
Denuncia McGregor que la escuela clásica, aquella representada en la concepción X reduce al hombre a una criatura egoísta, indolente y falaz.
Denuncia que las relaciones gremiales suelen empequeñecerse hasta quedar convertidas en una coreografía de pícaros, perdiendo así la oportunidad de madurar para crear relaciones de cooperación entre los factores de producción.
Tal vez por ello, algún crítico reseñó el libro "El lado humano de la empresa" diciendo que "tiene un desagradable tufillo a marxismo". Recibir un comentario así en los paranoicos años de la Guerra Fría no era un dato menor.
Pese a ello, McGregor perseveró en la postulación del capítulo cuarto de su obra: los objetivos individuales de los trabajadores pueden ser armonizados con los de la organización.
También denuncia McGregor que, pese a su elaborada factura y buenas intenciones, los sistemas de evaluación del desempeño fallan porque son diseñados "pensando en Y" por gente que "piensa en X".
Reflexión válida en estos días en que se pasa de una herramienta a otra pensando que la última acabará con los problemas de la anterior, cuando la calidad de los resultados depende de la preparación y los valores de los evaluadores.
Aún el tan en boga Feedback 360 es pobre en sus resultados cuando los evaluadores no se comprometen con el crecimiento del evaluado.
La clave reside en esa particular congregación de pensamientos alineados que definen la cultura de la organización.
Así lo profundizó Schein, sucesor de McGregor en la cátedra del MIT cuando postuló a X e Y como el núcleo de las presunciones básicas sobre las que se construye la cultura organizacional.
En definitiva, este hombre nacido en Detroit y muerto prematuramente a los 58 años, formó su propia escuela en los duros años de la Gran Crisis y retomó la posta dejada por Dale Yoder en la investigación y formación en la gestión profesional de los recursos humanos.
Repitiendo a Bennis, todos debemos algo a McGregor, tengamos o no conciencia de ello.
Gustavo Aquino
Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación de Recursos Humanos de la Argentina (ADRHA)
Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista ERGO de ADRHA